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JOSÉ GALLEGO

Dibujos transitivos

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c/ Rubio 6, Santander


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noviembre

6

Inauguración: 06/11/2015

Clausura: 06/03/2016

Ubicación: Planta 1

Rogelio de Egusquiza (1845-1915): luces y sombras

Descripción

 

Entre luces y sombras,

Rogelio de Egusquiza (1845 – 1915)

 

El MAS inauguró el viernes 6 de noviembre a las 19.30h. en la planta 1 del museo la que será segunda exposición dedicada al injustamente desconocido artista cántabro, Rogelio de Egusquiza (1845-1915). La Concejala de Cultura, Educación y Juventud, Miriam Díaz Herrera, y el director del MAS, Salvador Carretero Rebés, presentaron en la rueda de prensa que tuvo lugar a las 10.30h., un ciclo especial dedicado a la figura y trayectoria del pintor y al Simbolismo, que se extenderá más allá de este proyecto expositivo y que acogerá mesas redondas, conferencias, conciertos, etc. durante el mes de enero de 2016.

 

Ambos resaltaron la ardua e intensa labor de investigación realizada por el museo en torno a la recuperación y visibilidad de su obra. En la primera muestra de 1995 y en coproducción con la Fundación Marcelino Botín, se consiguió reunir toda su obra (un centenar de piezas) y se publicó un catálogo exhaustivo, única referencia bibliográfica completa del artista. Ahora en 2015, el MAS celebra el centenario del fallecimiento sin repetir aquella muestra pero tratando de mostrar aspectos fundamentales de todas sus etapas y trayectoria del pintor cántabro, donde resalta, además de la veintena de obras seleccionadas, una delicada selección bibliográfica.

 

Desde el MAS, agradecemos la presencia de los medios de comunicación y su difusión en nuestra voluntad de dar a conocer obras de sus diferentes etapas: la historicista y literaria, la preciosista de casacón, la simbolista-wagnerista y la de género. En este sentido, queremos que experimentéis las luces y las sombras del pintor cántabro, profundamente transformado por la personalidad de Wagner – con quien mantuvo amistad y cuatro entrevistas-, influenciado por su música y la escenografía de su obra. Cabe mencionar la presencia en esta edición de dos obras inéditas: Fiesta veneciana y Echadora de cartas.

 

*Ayuntamiento de Santander:

http://portal.ayto-santander.es/portal/page/portal/inet_santander/ficha/ficha_ayto?itemId=10349538

 

*Algunas noticias aparecidas en los medios tras la rueda de prensa:

http://www.eldiariomontanes.es/agencias/cantabria/201511/06/inaugura-muestra-obras-egusquiza-528042.html

http://www.europapress.es/cantabria/noticia-luces-sombras-conmemora-fallecimiento-egusquiza-veintena-obras-20151106133348.html

 

 

Dossier de prensa:

 

Rogelio de Egusquiza (Santander, 1845 - Madrid, 1915): luces y sombras

 

El MAS conmemora el centenario del fallecimiento de  Rogelio de Egusquiza (1845-1915) acaecido en Madrid en 1915 con una intensa exposición de una veintena de obras. Da así continuidad a una ardua y extensa trayectoria de investigación que consiguió, en su primera muestra de 1995 y en coproducción entonces con la Fundación Marcelino Botín, donde reunió toda su obra así como publicó un catálogo exhaustivo, única referencia bibliográfica completa del artista. Mediante la realización de esta segunda exposición en la que se recopila la obra en propiedad del museo así como de otras pertenecientes a colecciones privadas, se expondrán obras de sus principales etapas.

 

El MAS, Museo de Arte Contemporáneo de Santander y Cantabria, recuperó científicamente a este importante artista simbolista español con una magna exposición que tuvo lugar en 1995  que co-produjo y co-financiació con la Fundación Marcelino Botín. La obra recuperada en prolija investigación del MAS bajo la dirección de Salvador Carretero fue mostrada en una primera parte en la sede de la Fundación Botín de la calle Pedrueca con pinturas de las primeras etapas de Rogelio de Egusquiza: la historicista y literaria de un lado, la preciosista de casacón de otro. En el MAS se exhibieron pinturas, dibujos y grabados de su postrera y simbolista etapa, la wagnerista. El proyecto expositivo consiguió reunir entonces todas las obras conocidas del artista cántabro excepto cuatro, los cuatro grandes lienzos propiedad del Museo de El Prado -Kundry, Titurel, Amfortas y Parsifal-, obras que, hasta entonces, se encontraban enrolladas en un precario estado de conservación y depositadas en el Museo de Cáceres y que han sido recientemente expuestas en el Museo de El Prado. Salvo los diez magníficos grabados (aguafuertes, aguatintas y puntas secas), todas las demás obras que se expusieron en aquella muestra fueron rigurosamente inéditas. Exposición a través de la cual y por vez primera se pudo disfrutar de un todo Rogelio de Egusquiza, de principio a fin.

 

El proyecto expositivo del MAS de 1995 reunió un centenar de piezas fruto de su exhaustiva investigación y tuvo como consecuencia editorial, además, la edición de un libro catálogo titulado Rogelio de Egusquiza (1845-1915), referencia fundamental del artista y en donde colaboraron varios autores: “En memoria de”, recuperación de textos de Aurelio de Beruete y Sonia Blanco Grassa así como “Notas biográficas, bibliográficas y artísticas” por Salvador Carretero Rebés y Diego Bedia Casanueva, y “Los grabados de Parsifal de Rogelio de Egusquiza” de Javier Barón Thaidigsmann.

 

Ahora en 2015, el MAS celebra el centenario del fallecimiento de Rogelio de Egusquiza sin repetir aquella muestra pero tratando de mostrar fundamentales aspectos de la trayectoria del pintor cántabro. Muchas son las piezas en poder de colecciones particulares de Cantabria. Institucionalmente Liberbank posee tres: Elsa de Lohengrin, La Música, Pintora de abanico. El Ateneo de Santander conserva el grabado de El Santo Grial. Y el MAS, que posee trece piezas. Las obras de Liberbank fueron adquiridas por la institución en la década de los 90. El Santo Grial del Ateneo fue donado por el artista a la institución en 1914.

 

En cuanto al MAS, posee en propiedad 13 obras. De un lado los 10 grabados que el propio artista donó al Museo en 1914. En ese año, uno antes de su muerte, se trasladó a Santander desde su nueva residencia de Madrid al haber abandonado Paris tras el estallido de la 1º Guerra Mundial. Su personal traslado a Santander tuvo por objeto donar al Ateneo su grabado El Santo Grial y donar al Museo de Santander los 10 grabados que este conserva de si: Goya, Calderón de la Barca, Luis II de Baviera, Wagner, Schopenhauer, El Santo Grial, Titurel, Kundri, Parsifal, Amfortas.

 

En 1991, el MAS adquiere el gran lienzo titulado Tristan e Iseo (La Vida), óleo fechado y firmado en 1912 y perteneciente a su gran serie wagneriana. En 1995, el MAS compra el retrato Aline Masson (1878), correspondiente a su etapa de género, y en el 2000, Francisco de Asís Glez. Arnao y Conde Luque dona al Museo el retrato Rafael Conde y Luque, Conde de Leyva.

 

Además del proyecto expositivo el MAS prepara un ciclo especial dedicado a la figura y trayectoria de Rogelio de Egusquiza y al Simbolismo. Serán varias conferencias y mesas redondas que tendrán lugar en el mes de enero de 2016.

 

Rogelio de Egusquiza / Exposición MAS 2015 / Listado de la obra seleccionada:

 

Fondos del MAS

  1. Aline Masson. 1878. Óleo sobre lienzo. 78 x 63 cm
  2. Rafael Conde y Luque, Conde de Leyva. 1905. Óleo sobre lienzo. 72 x 58,4 cm
  3. Tristán e Iseo (La vida). 1912. Óleo sobre lienzo. 227 x 162 cm
  4. Goya. 1902. Aguafuerte. 43,5 x 33,7 cm (mancha)
  5. Calderón de la Barca. 1902. Aguafuerte. 44,8 x 34,8 cm
  6. Luis II de Baviera. 1893. Aguafuerte. 47,5 x 36,8 cm
  7. Wagner. 1883. Aguafuerte. 45,8 x 35,3 cm
  8. Schopenhauer. 1888. Aguafuerte. 46,1 x 36,1 cm
  9. El Santo Grial. 1894.  Aguafuerte. 28 x 22,6 cm
  10. Titurel. 1895. Aguafuerte. 46,7 X 34,2 cm
  11. Kundri. 1894.  Aguafuerte. 47,6 x 35,3 cm
  12. Parsifal. 1895. Aguafuerte. 47,6 x 35,5 cm
  13. Amfortas. 1894. Aguafuerte. 47,1 x 35,5 cm

Colección LIBERBANK

  1. Elsa de Lohengrin. 1908. Óleo sobre lienzo. 100 x 81 cm
  2. La Música. 1914. Óleo sobre lienzo. 220 x 142 cm
  3. 16. Acuarelista de abanicos. 1880. Óleo sobre lienzo. 75 x 50 cm

Colección particular Cantabria

17.   Wottan apareciéndose a la Walkyria. c. 1910. Óleo sobre lienzo.   73,5 x 60,5 cm

18.   Fiesta veneciana. 1885. Óleo sobre lienzo. 98,5 x 138,5 cm (hay errata en cat. Templo de sueños dimensiones 80 x 100 cm)

 

Colección particular Cantabria

  1. Echadora de cartas. 1881. Óleo sobre lienzo. 93 x 72 cm

 

 

Organización

Dirección, organización, gestión y edición: MAS

 

Comisarios: Salvador Carretero e Isabel Portilla

 

Artista(s)

Rogelio de Egusquiza, sombras y luces de un artista simbolista

Salvador Carretero Rebés

 

 

Rogelio de Egusquiza se ubica en una tradición artística finisecular (siglo XIX) siendo el artista cántabro más bruscamente transformado de entre los locales y regionales entre finales del siglo XIX y los primeros quince años del siglo XX. En su caso lo hace desde y en el sentir simbolista, wagnerista, muy cercano a los planteamientos de Fantin-Latour y de otros colegas que participaron de los salones Rosa+cruz de la mano del iluminado Sar Peladan. Pero sobre todo desde Wagner y su cenáculo. Egusquiza se erige en una especie de artista del "régimen" wagnerista, de esa loa al músico alemán, de forma propagandística y grandilocuente, gracias a obras de gran formato de esencia tardorromántica, plenas de emotividad escenográfica. Wagner le convirtió, le transformó en algo más que en un simple pintor de propaganda wagneriana, gracias a las cuatro entrevistas que ambos mantuvieron cara a cara. Fue más que suficiente para apreciar una conversión cercana a la deificación, por parte del pintor hacia el músico y su corte. Tampoco se han de olvidar las impregnaciones que Egusquiza toma de Alemania, especialmente en lo que atañe a la grandilocuencia pictórica nacionalista y particularmente respecto a su faceta como extraordinario grabador, formado y transformado en Berlín, cuestiones que ahora se sintetizan.

 

Pintor, dibujante, grabador y músico, nace en Santander en 1845. Su infancia transcurre en Santander, perteneciente a una familia de clase burguesa acomodada, dedicada a los negocios. Su educación fue desarrollándose en un ambiente culto, acompañado de frecuentes conciertos musicales y tertulias literarias domésticas, tan habituales en algunos hogares burgueses de la época. A lo largo de su vida tuvo oportunidad de viajar por distintos países de Europa preocupándose por aprender idiomas y conocer importantes museos. Su interés por la literatura y la música van a ser constantes quedando reflejado en sus obras. Su formación artística se inició en el verano de 1858 recibiendo clases de dibujo del pintor Francisco de Mendoza, profesor de la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Al año siguiente, en su primera exposición colectiva en Santander, presentó la obra titulada La Virgen del Rosario de tipo clasicista.

 

En 1860 realizó junto a su padre su primer viaje a París. Allí ingresó en la Escuela de Bellas Artes para continuar sus estudios; es muy probable que recibiera enseñanzas del pintor preciosista e historicista francés Jean-Louis-Ernst Meissonier (1815-1991) y del pintor realista alemán Adolph von Menzel (1815-1905), excelente litógrafo. Poco a poco va introduciéndose en el ambiente artístico y cultural parisino, en donde había conocido a su amigo José Casado del Alisal (1830-1886) quien a su vez le presentó a Leon Bonnat (1833-1922). Desde París participó en la Exposición Nacional de 1867 de Madrid con las obras tituladas Disputa entre Don Quijote y el cura en casa de los Duques y Miguel Angel posternándose delante del cadáver de Vittoria Colona. En estos años concurrió a distintos certámenes del Salón de París y a las Nacionales de Bellas Artes de Madrid. Hasta 1871 los temas tratados en sus pinturas seguían siendo fundamentalmente literarios y de historia de corte tardorromántico, propios de la formación recibida (El herido, Don Juan, Tentación de Fausto…, obras de 1861-1862) y con débitos conceptuales múltiples (Moreau, etc.). Poco después comenzó un cambio paulatino hacia las escenas de género en obras burguesas de menor tamaño. Era buen conocedor de la obra de Mariano Fortuny (1838-1874). En París, había entablado una buena relación de amistad con los hermanos Madrazo, Raimundo (1841-1920) y Madrazo (1852-1917) cuñados a su vez de Fortuny.

 

En 1874, inició un viaje por España, incluyendo Santander, donde permaneció un breve período de tiempo y realizó algunas de sus obras. En este año fecha uno de sus retratos iniciales más importantes -Retrato de un caballero, 1874- donde pone de manifiesto sus buenas dotes de retratista y la evolución en el concepto y una pincelada mucho más suelta que en las obras anteriormente realizadas.

 

A finales de este mismo año se trasladó desde París a Italia, en fundamental viaje, junto a sus amigos los hermanos Madrazo. Instalados en Roma pintaron en el estudio de Fortuny que había fallecido en el mes de noviembre. Allí volvió a contactar con Casado del Alisal que había dirigido la Academia Española, acudiendo a algunas clases. Realizó obras para la Embajada de España, retratos y escenas de género, representando veladas musicales, literarias, interiores intimistas, de tipo preciosista y de claras connotaciones fortunyanas, muy del gusto burgués europeo. En 1876, viajó a Venecia consecuencia de su afición por la música donde tomó contacto con la obra de Richard Wagner (1813-1883) y la filosofía de Arthur Schopenhauer (1788-1860), llegando a marcarle definitivamente, según el mismo afirmó años más tarde: "decidí vivir para la pintura y no de la pintura". Aun así, siguió pintando de forma preciosista. Las numerosas obras fechadas en estos años las protagonizan todavía las burguesas y preciosistas escenas de género y retratos: Josefa de Ochoa (c. 1876), Eugenia de Ochoa con ramillete (c. 1876), La Visita (c. 1876) o Concierto en familia (c. 1875-1878), obra clave con la que concurrió a la Exposición Universal de París de 1878. Su carácter inquieto y la necesidad de conocer todo lo relacionado con el mundo artístico y cultural europeos son los motivos por los que se trasladará con frecuencia de un lugar a otro. En Madrid fue nombrado Socio de Honor del Club La Gran Peña en 1877, para donde donó varias piezas. De estos años son excelentes las obras tituladas Josefa de Ochoa (c. 1977) nuevamente retratada por el artista, en el que sobresale el tratamiento y la incidencia de la luz, reforzada por la elección de los colores utilizados. El MAS conserva otro retrato de este período titulado Aline Masson (c. 1878-1879) que representa a la modelo que fue retratada en numerosas ocasiones por otros pintores, sobre todo por Raimundo de Madrazo; o la titulada Escena galante (c. 1877-1878) ejemplo de pintura de género, preciosista, de casacón, de pincelada minuciosa y cuidado colorido lumínico.

 

En 1879 viajó por Alemania. En Bayreuth visitó a Wagner atraído por el movimiento que se había creado en Europa entorno al gran músico alemán, su filosofía y sus obras. Este encuentro personal fue definitivo, puesto que supuso un gran cambio en el concepto de vida y de su obra ya que irá abandonando la pintura de género para iniciarse en el simbolismo poco a poco, sin ruptura drástica: compagina lo comercial –que sigue prevaleciendo- con una nueva estética y concepto simbolista tardorromántica. A 1880 corresponden La carta (c. 1880), Preparando el Concierto (c. 1880) o La acuarelista de abanicos (c. 1880), todas ellas en la línea de la más pura pintura de género. Este mismo año realizó una segunda visita a Wagner en Venecia; después hubo otros dos encuentros en años sucesivos, en Berlín y Bayreuth, respectivamente. Aquí asistió al estreno de Parsifal (1882), conociendo directamente el éxito y comprobando los efectos producidos por la iluminación escenográfica que tanto le preocupaba a Wagner a la hora de representar sus óperas. Egusquiza comenzó a preparar algunas de sus obras de tema wagneriano: Tristán e Isolda; Las hijas del Rhin o Parsifal, siguiendo los principios lumínicos del músico. En 1883 muere Wagner. En 1887 expone en Munich; probablemente se pueda fechar en este último año el retrato que realizó del músico, grabado al aguafuerte, aguatinta y punta seca y que fue enviado a la viuda de Wagner. Otras exposiciones tuvieron lugar en ciudades alemanas como Berlín o Hamburgo, siempre con temática diversa.

 

En 1891 conoció al iluminado Jósephin Péladan (1858-1918) que en 1888 había fundado la Orden de la Rosa+cruz junto a Stanislas de Guaita (otros miembros conocidos fueron Satie o Debussy). Péladan se separa del grupo originario en 1891 y funda la nueva Orden Rosacruz Católica y Estética del Templo y del Grial. En 1892 organiza el primer Salon de la Rose+Croix -del 10 de marzo al 10 de abril de 1892- en la célebre galería parisina Durand-Ruel en el que participaron sesenta artistas, siendo un éxito social parisino siempre acompañados por el compás del preludio del Parsifal interpretado con trompetas. En los años siguientes se organizaron un total de seis Salones de la Rosa-Cruz, cada uno de ellos dedicado a un dios caldeo y que reunió a los principales artistas e intelectuales simbolistas europeos. Tras el último Salón de 1897 la Orden de la Rose+Croix se disolvió. Péladan creía en la religión de la belleza, la cual envolvía en volutas de incienso de misticismo oriental. Ambicionaba erradicar la fealdad del mundo moderno que según él se encarnaba en el judaísmo especulador y el laicismo masónico. Egusquiza se quedó con algunos de sus principios místicos artísticos y estéticos que tomaron como lema "el culto al ideal", con la tradición como base y la belleza como medio, rechazando lo vulgar. Compareció únicamente en el Primer Salón de la Rosa+cruz -momento en que formó parte de la Orden- desarrollando su concepto pictórico basado en los ideales estéticos wagnerianos, representados en dibujos, grabados y pinturas inspirados en los personajes de sus óperas. Abandonó la Orden por su desaparición y por formar parte de una logia masónica, ya con anterioridad. Vestigio de ello es la obra inédita Echadora de cartas, de 1881, en donde aparece el azar como protagonista de la escena, el as de corazones en el suelo…, y al fondo, a modo de graffiti, símbolos masónicos (pirámide, luna, búho, el número 13…), obra interesante por su iconografía. Es también interesante su Fiesta veneciana (1885), escena galante tardía que vuelve a evidenciar su no ruptura drástica, acontecimiento que se podría ubicar en el Palazzo Vendramin. Es importante destacar la importancia lumínica con que el pintor dota a sus obras, entre luces y sombras de especial significación escenográfica, una clara constante en toda su etapa wagnerista, obsesión que incluso le llevó, no ya sólo a plasmarlo pictóricamente, sino que lo hizo escribiendo un breve artículo relativo a la luz y puesta en escena de las óperas de Wagner titulado precisamente "La iluminación en el escenario". En 1900 presentó en la Exposición Universal de París una serie de grabados wagnerianos. En sucesivos años donó al Museo del Prado siete dibujos y varios grabados a la Biblioteca Nacional, así como dos estampas a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

 

Entre 1906 y 1908 realizó Brunilda, Kundry (ambos del Museo del Prado) o Elsa de Lohengrin (colección de Caja Cantabria). En 1910, dio por concluido su Parsifal (Museo del Prado) y el titulado Tristán e Iseo (La Muerte) (Museo de Bellas Artes de Bilbao) después de haber realizado numerosos estudios preparatorios sobre los cuerpos de ambos personajes que hoy forman parte de la colección de dibujos de la Biblioteca Nacional. Siguiendo con la misma temática pintó Tristán e Iseo (La Vida), fechada en 1912 y perteneciente a la colección del MAS, magnífico en su concepto y realización en consonancia con el poema musical y con una espléndida ambientación lumínica. Fundamental nos parece su Wottan apareciéndose a la Walkyria (c. 1910-1911), evidencia de sus puestas escenográficas, de cuidado teatral y característico uso de sus iluminaciones operísticas contrastadas. En 1914 volvió definitivamente a España, ante la inminencia de la Guerra Mundial. Y en este año se trasladó a Santander para hacer entrega de la donación de los diez grabados del entonces recién nacido Museo Municipal, grabados al aguafuerte, aguatinta y punta seca que representan los retratos de Goya, Wagner, Luís II de Baviera, Shopenhauer, Calderón de la Barca y otros de tema wagneriano como El Santo Grial, Titurel, Kundry, Parsifal y Amfortas. Su generosidad continuó en otras donaciones realizadas al Ateneo de Santander (un grabado) y al Museo del Prado (cuatro grandes lienzos). Poco después murió en Madrid, en febrero de 1915. Su obra se halla muy dispersa, en numerosas colecciones públicas y privadas de Europa. En 1918 se publicó la monografía realizada por su amigo Aureliano Beruete y por Juan Pérez de Guzmán, imprescindible en su documentación.

 

Egusquiza viene a erigirse como uno de los grandes artistas cántabros en toda su historia y uno de los grandes simbolistas españoles y europeos wagneristas de su tiempo. Tiene una primera y obligada etapa de formación e independencia, caracterizada por practicar un tipo de pintura totalmente oficial y oficialista, marcada por una iconografía de historia y literatura, con hechuras visiblemente tardorrománticas. La siguiente tiene vinculación con la pintura burguesa, preciosista, aristocrática, de casacón, tan de moda en Europa y en España, y cuenta con la estrecha amistad de la gran familia que ostentaba los máximos poderes artísticos en España: los Madrazo. Poseedor de una gran cultura -pintor, músico y arreglista de obras para piano, políglota- y de una inquietud cosmopolita..., la vida se le presentaba como perfecto caldo de cultivo ante posibles revoluciones estéticas por venir. El amor por la música, por la ópera, el embrujo que le supuso conocer personalmente al carismático semi-dios Wagner, la grandilocuencia que rodeaba a éste y su nunca ponderada mitología en vida, hizo que Egusquiza abandonase los conceptos pictóricos aristocráticos para comprometerse con una fórmula artística tardorromántica, nacionalista, de propaganda y escena, musical y culta, con vehículo en el simbolismo –especial caldo de cultivo del más puro individualismo, donde lo esotérico, la hechicería, temas como la vida, la muerte, el amor, el tiempo, las edades del hombre, el sueño, la noche, la mujer fatal, el artista superior e incomprendido…- como vehículo perfecto para encauzar sus sentires y convicciones, hermanado con todos los grandes simbolistas de su época en su epicentro artístico –París-, de mutuas influencias, dando con una etapa wagnerista en donde la repetición de iconos fue una constante, siempre fundamentado en una excelente técnica de composición, luz, articulación y dibujo. Y todo a pesar de que dicho simbolismo comenzó a pasar de moda hacia 1900, manteniéndose fiel a él hasta su fallecimiento. Tuvo además la coincidencia de vincularse al colectivo más poderoso existente en el mundo en esos momentos, que centralizaba la figura del pseudoiluminado Péladan, su cenáculo y sus Salones, los personajes, ambientes y lugares de todos quienes eran afines a ello, directa e indirectamente (otro santanderino, José Cabrero y Mons, participó de ello, asunto que desvelamos en su momento por la vía de un autorretrato del mismo de 1905 y en el que consta una inscripción que evidencia su vinculación con la Orden). Tan importante es su obra pictórica, como la gráfica y de dibujo, toda ella recuperada de forma completa por el MAS en 1995, proyecto científico que contó con la imprescindible colaboración coproductiva de la Fundación M. Botín. Desde entonces el santanderino Rogelio de Egusquiza se ha erigido en un referente del simbolismo español y uno de los europeos.

 

Bibliografía esencial: Rogelio de EGUSQUIZA: "La iluminación en el escenario", traducción del artículo del autor recogido en la revista Trasdós n. 6; Santander, 2004; pp. 135-138. Aureliano DE BERUETE y Juan PÉREZ DE GUZMÁN, Rogelio de Egusquiza. Pintor y grabador, Madrid, 1918. Robert PINCUS-WITTEN: Les salons de la Rose-Croix, 1892-1897; Londres, 1968. AA.VV.: Le Symbolisme en Europe; Museos de Rotterdem, Bruselas, Baden-Baden y París; Rotterddam, 1975. Sonia BLANCO GRASSA, Aproximación a la vida y obra de D. Rogelio de Egusquiza, Memoria de Licenciatura inédita [Madrid, 1983]. Salvador CARRETERO REBÉS, Diego BEDIA CASANUEVA y Javier BARÓN THAIDIGSMANN, Rogelio de Egusquiza (1845-1915), Santander, MAS (entonces Museo de Bellas Artes de Santander)-Fundación M. Botín, 1995. Lola CAPARRÓS: Prerrafaelismo, simbolismo y decadentismo en la pintura española de fin de siglo; Universidad de Granada; Granada, 1999. AA.VV.: El espejo simbolista. Europa y México 1870-1920; Museo nacional de México; México, 2004. AA.VV.: Templo de Sueños. Arte de Cantabria en los siglos XIX, XX y XXI; Gobierno de Cantabria/Consejería de Cultura; Santander, 2006.

<SCR, 20 de octubre de 2015>
 

 

 

Rogelio de Egusquiza y la búsqueda del alma

 

Lidia Gil Calvo

 

 

Adentrarse en el mundo de Rogelio de Egusquiza (1845-1915) posibilita el vislumbre de una época iluminada por potentes faros intelectuales que desgranaban el sentido del ser humano y el significado de las artes. La filosofía y la literatura caminaban de la mano de la música o de la pintura en una Europa que intentaba encajar por un lado la fuerte industrialización y una creciente clase obrera que comenzaba tener conciencia de sí, y por otro los avances científicos y tecnológicos que estaban cambiando el mundo y su velocidad. Una deriva que dará en una crisis espiritual profunda y un cambio de paradigma, pasado el tránsito del siglo XIX al XX.

 

Después de viajar con su padre por Europa, Egusquiza se instala muy pronto en París, donde prosigue los estudios de música y pintura que había comenzado en Santander, conectando con un magma creativo cosmopolita y de gran complejidad. En sus pinturas, pasa de los temas históricos y literarios a los asuntos de género y el retrato (que no abandona nunca). Pero la experiencia fulminante de vivir en directo una representación de El anillo del Nibelungo y la personalidad arrolladora de un Richard Wagner a cuyos pies se postraba la intelectualidad de media Europa, introdujo en su obra idealismo, romanticismo y un grado de entrega absoluta a los grandes temas humanos a través del drama y los mitos. Los motivos de sus cuadros, serían los personajes de sus óperas, con la preocupación de mostrar en ellos su voluntad deseante y sus pasiones a través de la expresividad (siempre había dado importancia al gesto y la mirada intensa en sus retratos). Expuso con los simbolistas más importantes en la alternativa crítica al Salón Oficial, los Salones de la Orden Rosacruz, creados por el esotérico "mago" Joséphin Péladan, cuyos ejes básicos eran ideal, tradición y belleza.

 

A través del símbolo llegó a la profundidad del ser, como en sus maravillosas versiones de Tristán e Isolda, la ecuación dramática entre la vida y el amor que solo en la muerte encuentra la solución.