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El Museo del Prado en el MAS

“El arte que conecta”, el Museo del Prado y Telefónica acercan las colecciones del Prado a toda la geografía española Este proyecto…

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Presentación libro "MAScolecciones2021. Catálogo sistemático"

Viernes 24 de noviembre de 2023

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Día Internacional de los Museos 2023

Jueves, 18 de mayo

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Presentación libro "MAScolecciones2021. estudios y Reflexiones"

Viernes 19 de mayo a las 19.00h

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Fernanado Zamanillo, socio de honor de "amigosMAS"

La Asociación amigosMAS ha decidido nombrar como primer Socio de Honor a Fernando Zamanillo. Será el próximo viernes 25 de noviembre…

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Proyecto Museológico y Museográfico

Documento de trabajo del MAS que desde mediados de los noventa del siglo XX se desarrolla y actualiza de acuerdo a los nuevos contextos.

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El MAS restaura toda su colección de estampas de Goya

Las 97 estampas propiedad del MAS, pertenecientes a 4 series diferentes, han sido restauradas en los últimos meses.

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Kevin Power. Ponencia Fundacional

Apuntes para el ForoMAS

 

No resulta nada fácil hacer grandes declaraciones sobre el arte contemporáneo, sobre cual es su función, o debería ser, sobre a dónde  se dirige, o lo que debería hacer, más allá de subrayar su marcha inexorable hacia el mercado en el centro del sistema. Ya sabemos que  para comprender cómo funcionan las cosas, hemos de analizar los sistemas de poder. En cuanto al sistema del arte, los problemas son, por supuesto, qué debería incluirse, quién debería hacerlo, y cuáles son los criterios a emplear para tal inclusión. Bourdieu ha dejado claro que no hay forma objetiva de establecer qué objeto es una obra de arte o literaria, y cual no lo es; o quién es un artista y quién no lo es. Contra tales esperanzas e intenciones señala que una de las mayores preocupaciones de las luchas que se llevan a cabo dentro del campo artístico es la definición de los limites del mismo campo, es decir, el total de la gente con el derecho legitimo de participar en dicha lucha. La cuestión en juego es la definición de las prácticas legítimas y en última instancia el derecho a articular la definición autoritaria y vinculante. En otras palabras, quién está fuera y quién está dentro. Por naturaleza, la crítica del arte trata con los sedimentos de las luchas de poder del pasado, y se mantiene en forma por las del presente. La esencia de todo poder es el derecho a definir con autoridad, y el mayor interés de la lucha de poder es la apropiación o retención del derecho a definir y no menos importante, del derecho a invalidar e ignorar las definiciones que preceden del bando o bandos adversarios. ¿Cuáles son las voces que autorizan y legitiman el paso de la producción, el traslado de los artefactos a un lugar donde pueden descansar sin que se les cuestione el derecho de estar ahi? En Espana, ¿cuánto tiempo han estado en su sitio estos cuerpos que otorgan el poder? Los críticos, las galerias, los museos, los directores, las piezas del tablero de ajedrez cultural, ¿cómo adquieron ellos el poder y ante quienes son responsables? Apenas se necesita decir que entrar en este terreno de la discusión nos deja indefensos y vulnerables frente a lo que Juan Goytisolo ha descrito, con toda probabilidad correctamente, como la mediocridad masiva de nuestra vida cultural.

 

El dilema por tanto ha sido como volverse visible, como llegar a estar incluido en estos campos delimitados, de los cuales el movimiento moderno ha sido el más condicionado, asi como el arte  producido dentro de los confines de su particular espacio historico. Es más fácil, por supuesto, reinscribir las historias del modernismo latinoamericano o australiano, por razones culturales, linguísticas, e históricas, dentro de una reinscripción general de la modernidad , que las de Vietnam del Sur o Irán, y Europa en estos tiempos transnacionales está cada vez más dispuesta a hacer tal gesto con tal de que no tenga que repensar su historia o traer a la luz las historias locales e igualmente modernas de estas otras.

 

De cualquier forma lo que está claro es que al ser el modernismo un espacio controlado institucionalmente - me refiero aquí a lo ocurrido en el espacio europeo - algunas obras están legitimadas y colocadas dentro de una genealogía histórica, mientras que otras son ignoradas y suprimidas. Sin embargo, esta historización no está  basada en la naturaleza de la obra, sino en el origen racial, etnico o cultural del artista, excluyendo asi la obra vanguardista o modernista de artistas procedentes de culturas distintas a la europea, partiendo de la base de que el modernismo es ontologicamente un movimiento europeo.

 

Diciendolo de otro modo el eurocentrismo del modernismo se construye y mantiene en gran parte por razones raciales, a través de las cuales se preserva la supremacía del sujeto blanco. Cito a Rasheed Araeen quien argumenta que el mundo sigue dominado por las estructuras eurocentricas de la modernidad, a pesar de toda la retórica posmoderna que según el no ha hecho mas que disfrazarlas y que lo único que pretendemos hacer en este momento es enfocar el camuflaje dejando sin tocar las estructuras de dominación.

 

La cultura sea cual sea la perspectiva que se elija para observarla, se encuentra atrapada inevitablemente en la lucha por el poder y se vuelve politica en un doble sentido. En primer lugar, las cuestiones de propiedad, acceso y gobernación son decisivas para entender como el poder se despliega en la regulación de la imágenes, significaciones, e ideas que enmarcan las agendas que constituyen nuestras vidas cotidianas.Y en segundo lugar, la cultura despliega poder en sus conexiones con el reino de la subjetividad, es decir, que ofrece identificaciones, valores, ideologías, y practicas sociales que se encuentran a disposición, dentro de las relaciones de poder desiguales, de distintos sectores de las comunidades globales y nacionales.

 

La cultura es el tercer o el cuarto negocio mundial, está antes o detrás del turismo. Sus pautas de comportamiento como empresa incluyen el poder de confundir, y la elusión de la responsibilidad de clarificar. Como sistema en muchos aspectos no se hace responsable de nada ni de nadie. Es decir, ¡la cultura enreda! Cada vez más, dentro de este orden mundial nuevo, las industrias productoras de cultura ocupan un único y poderoso lugar para poder determinar cómo vive la gente, cómo encuentra sentido a su vida, cómo mira hacia el futuro, muy a menudo bajo condiciones que no son de su propia eleccion. Stuart Hall capta de manera sucinta la naturaleza substantial de esta revolución cultural cuando argumenta que el dominio constituido por las actividades, practicas, e instituciones que llamamos culturales ha crecido más allá de todo reconocimiento. Al mismo tiempo, la cultura ha asumido un papel de una relevancia jamás conocida en la estructura y organización de la sociedad tardia-moderna, en los procesos de desarrollo del entorno global y en la disposición de sus recursos económicos y materiales. De manera particular los medios de producción, circulación e intercambio de la cultura se han expandido dramaticamente a través de las nuevas tecnologias mediaticas y de la revolución informativa. De manera directa un porcentaje mucho más elevado de los recursos materiales y técnicos humanos que hay en el mundo pasa a esos sectores. Al mismo tiempo, indirectamente, las industrias culturales se han convertido en el elemento mediador de cualquier otro proceso.

 

Hoy en día la fluidez fragmentada de la metropolis es un punto clave de análisis - en el sentido de que las creencias estructurales que subyacen en el orden cívico están desmorandose y que la metropolis se ha fragmentado aun más en nuevos, aunque inexplorados espacios, o en espacios solo parcialmente articulados con agrupaciones sociales que son terriblemente fluidas y cambiantes: que se forman, se rompen, y se reforman de modo diferente. Estos son espacios en los que los puntos fijos de referencia han desaparecidos.

 

Las ciudades globales, las megapolis, están mucho más cerca unas de otras de lo que están de las regiones de sus propios estados. Bauman señala que estos cambios tecnológicos y urbanos ocurren en conjunción con un nuevo grupo de códigos establecidos para definir el apego personal al lugar.La cultura cotidiana se encuentra en aumento determinada por una combinación de signos y conceptos que se extraen tanto de lo local como de lo global (lo glocal) y el campo simbólico en el cual se forman identidades culturales se mezcla cada vez más con símbolos híbridos y globales.Ya tenemos lo que algunos críticos han llamado la deterritorialización de la cultura contemporánea, estructurada por fuerzas semi-caóticas y turbulentas, por patrones desiguales de intercambio cultural. Los centros metropolitanos son testigos de los avances tecnológicos mientras que la mayoría del mundo ni siquiera está conectado con las formas básicas de la telecomunicación.

 

La megapolis de nuestros días concentra la diversidad. Sus espacios están inscritos en la cultura corporativa dominante pero también, como he dicho, con un mosaico de otras culturas y identidades. Las culturas dominantes engloban sólo una parte de la ciudad y emergen nuevas cartografías culturales. El poder corporativo inscribe estas culturas identificándolas con la otredad y  así las devalúa pero ellas permanecen omnipresentes. Como resultado de la emigración una proliferación de culturas originalmente muy locales se han convertido en presencias en muchas ciudades grandes, ciudades cuyas élites se ven cosmopolitas trascendiendo cualquier localidad. Sin embargo, los miembros de estas culturas locales podrían bien proceder de sitios con una gran diversidad cultural y ser en muchos aspectos tan cosmopolitas como las élites mismas. Un abanico inmenso de culturas de todas partes del mundo cada uno teniendo sus raíces en un país, ciudad, o pueblo particular ha sido ahora reterritorializado en la megápolis, en ciudades como Nueva York, Sao Paulo, Londres, Buenos Aires Tokio etcétera. Una nueva ética ha de brotar de las interrelaciones entre estas distintas culturas.

 

Sassen ve a dos actores importantes que afirman su presencia en el contexto de la ciudad. Los llama "usadores de la ciudad" cuya exigencias no se discuten. Sin embargo,  la nueva ciudad de estos usadores es frágil, su supervivencia y sus éxitos se centran en una economía de alta productividad, tecnologías puntales, e intercambios intensificados. ¿Quiénes son estos nuevos usadores? Pues, en primer lugar los ejecutivos internacionales. Es una ciudad cuyo espacio consiste en aeropuertos, distritos de negocios de alto nivel, hoteles y restaurantes de primera clase  - una especie de zona urbana de glamour, el nuevo hiper-espacio de los negocios internacionales. Esta nueva ciudad posiblemente cuesta económicamente más, ya que tiene que mantener facilidades comunicativas y alta seguridad, así como proporcionar una cultura a nivel mundial. Y, en segundo lugar, está el urbano pobre, las clases inmigrantes nuevas que luchan por el reconocimiento y por los derechos. El peso creciente de la delincuencia, el pillaje y el incendio provocado de almacenes, que han caracterizado las revueltas en las ultimas décadas en las ciudades más importantes del mundo desarrollado, sirven de indicaciones de una desigualidad agudizada. Las disparidades, tanto vistas como vividas, entre la zona de glamour y la zona de guerra urbana han sido enormes. La extrema visibilidad de la diferencia contribuye aun más a la brutalización del conflicto. Estos otros de bajos ingresos - la comunidad  negra, inmigrantes y mujeres -– sienten una rabia inflamatoria frente a la indiferencia de la riqueza. Estamos entrando en una situación que señala una política de protesta arraigada en lugares específicos pero transnacional en carácter.

 

La esencia del argumento de Sassen es que la globalización es un proceso que genera espacios contradictorios, caracterizados por la protesta, la diferenciación interna, las travesías continuas de  fronteras. La ciudad global es emblemática de esta condición. Las ciudades globales concentran una parte desproporcionada del poder global corporativo y son uno de los lugares clave por su valorización. Pero también concentran una parte desproporcionada de los desfavorecidos y son una de los lugares claves para su desvalorización. Esta doble presencia de los usadores de la ciudad ocurre en un contexto donde la globalización de la economía ha crecido rápidamente y las ciudades se han vuelto cada vez más estratégicas para el capital global; la gente marginada ha encontrado su voz y están exponiendo sus quejas en la ciudad. Esta doble presencia se ve con aun más claridad a causa de las disparidades entre los dos.

 

Si el arte moderno puede ser entendido como el paradigma para las formas de vida y aspiraciones de la burguesía, y de los triunfos del individuo dentro de un mundo de naciones estado, entonces el llamado impulso posmoderno de mediados de los sesenta, que a mi juicio y al de mucho otros críticos, surge del Arte Conceptual (1955-65), ha cambiado la naturaleza de tal paradigma para reflejar las ramificaciones perversamente flexibles de las empresas transnacionales de un mundo global (es decir, fundamentalmente pero no exclusivamente occidental y de alta tecnología), cuyo poder a menudo excede al de la nación estado, como todos sabemos, pero no implica, ni mucho menos, la eliminación del estado sino un reajuste radical de su papel a través de sistemas de control mas férreas. Bauman clarifica efectivamente lo que entendería como una distinción fundamental entre lo moderno y lo posmoderno: Está claro que la forma de ser de la modernidad es un estado de modernización incesante, compulsiva y obsesiva (y así de perpetua destrucción creativa, de producción de ambivalencia, y de impulso organizativo, y de disipación de estructura) y la de la posmodernidad es una condición bajo la cual logramos entenderlo y modificamos nuestras estrategias de vida de acuerdo a esto.

 

Edward Said ha señalado que lo único que puede hacer el pensamiento con el poder es oponerse a él y posicionarse con inmediatez ética en el lado del Otro, de estos otros que componen la mayoría de nuestro mundo. Hemos de decir que el arte está normalmente en el lado erróneo: decorando habitaciones, adornando bancos, llenando museos y proporcionando cháchara cultural. Si esto suena cínico puede ser porque el cínísmo constituye el modo dominante de nuestra cultura contemporánea, la retórica a través de la cual entendemos el mundo. Peter Sloterdijk define el cinismo como una falsa conciencia iluminada, como una sensibilidad que es rica y miserable al mismo tiempo, funcional pero invadida por la duda y la parálisis; y, como contra estrategia, propone cinismo, una mezcla de sensualidad y risa ruidosa y satírica; es quizás una postura frente a la realidad que atraviesa, como eje central, gran parte del arte contemporáneo más interesante.

 

Los discursos necesitan ser deconstruidos y revisados constantemente, incluyendo por supuesto este. Quizás hayamos oído lo suficiente en lo relativo al cuerpo y visto suficientes remiendos y demasiados vestidos de la abuelita, fotos de antepasados, márgenes emblemáticos de nuestros bajos fondos, niños trabajadores, versiones de identidad de libros de texto, recuerdos de familia en telas descoloridas, mera fascinación tecnológica a través de imágenes poderosas de cibacrome o en videos mediocres y autocomplacientes.Ya ni siquiera deseo escuchar más discursos políticamente  correctos de los gays y feministas, y les pediría que revisasen su propia prédica, que hablasen de lo que nos es común a todos o, más concretamente de lo que podría y necesita desesperadamente ser común a todos nosotros. Soy consciente de que los discursos se agotan en momentos diferentes en lugares diferentes, y que pueden reformular sus requerimientos en el contexto específico. Nadie discutaría que existe la necesidad abrumadora para un análisis critico de la representación de la vida cotidiana de la mujer sin caer en los clichés conocidos de sobra, y la vez la necesidad de un muevo marco teórico para incorporar practicas estéticas no occidentales.

 

Cómo podemos plantear cuestiones éticas, o incluso formas generales de hablar sobre la moralidad en una época como la nuestra, en la que, al menos de momento, la inseguridad, la indecisión, y la ambivalencia van a permanecer. Levinas nos dice que la ambivalencia es la patria natural del ser moral, no un territorio hostil. Si es este el caso y ojalá lo fuera, las implicaciones son que todo ha ser negociado constantemente. Es quizás verdad que ha llegado al final la forma característica de la modernidad de tratar con la regulación ética de las relaciones humanas. La forma de la modernidad consistió esencialmente en el intento de apropiarse de la responsibilidad moral del individuo por parte de las instituciones y organizaciones tales  como la iglesia y el estado. Implicaba que uno cumplía con sus obligaciones sin tener ninguna responsabilidad moral. En el contexto posmoderno tales formas de representación moral están en crisis. No confiamos en estas enormes instituciones para que nos digan lo que hay que hacer. La autoridad de las iglesias, de los partidos políticos, de las instituciones académicas, etc., se halla claramente en declive. Y sucede lo mismo, a mi parecer, con la autoridad y credibilidad de las instituciones del arte para definir no sólo sus prioridades sino sus valores. Se nos empuja otra vez a la responsibilidad individual. Somos responsables de nuestras elecciones morales y a mucha gente no les resulta cómodo. Todos soñamos con tierra firme sobre la cual caminar, y la condición posmoderna la niega implicando el reconocimiento de que no existen caminos probados y seguros para separar el bien del mal, la cultura mala de la buena, etc. Si tenemos que tratar con cuestiones éticas necesitamos retomar la responsabilidad, y para decidir con responsabilidad se quiere una nueva competencia ética.

 

Los deconstruccionistas muestran que cada creencia definición, y afirmación sólida es el entrecruzamiento de muchas interpretaciones diferentes y arbitrarias. Partiendo de ahí, solo puedes llegar a otra interpretación. No del error a la verdad, sino de una interpretación a otra, y eso es lo que inquieta; por eso hay objeciones al escepticismo posmoderno. Lo que implica es el reconocimiento fundamental de que la incertidumbre y la ambivalencia son normas que establece nuestra condición posmoderna, afirmando nuestro papel de interpretes e interrogadores sin ninguna esperanza de certidumbres morales. La cultura y la politica, como la interfase entre el capital global y las nuevas tecnologías electrónicas, refiguran y reformulan el aspecto de la cultura. Así la importancia de replantear las posibilidades a los límites de lo político asume una nueva urgencia. Lo que constituye tanto el sujeto como el objeto de lo político muta y se expande en la medida en que la relación entre el conocimiento el poder se convierte en una fuerza significativa para producir nuevas formas de riqueza, aumentando la separación entre los ricos y los pobres e influyendo radicalmente en el pensamiento de la gente, sus actos y sus comportamientos. La cultura como forma de capital político se convierte en una fuerza formidable como medio de producir, circular, y distribuir información, transformando todos los sectores de la economía global y introduciendo una verdadera revolución en las formas en las cuales se crea el significado, se forjan las identidades o se desarrolla el cambio histórico, dentro y través de las fronteras nacionales. Por ejemplo, en el ámbito global y nacional la compresión y reducción del tiempo y del espacio han cambiado radicalmente la manera en que la riqueza y el poder de las multinacionales dan forma a la cultura, mercados, y infraestructuras materiales de todas las sociedades, aunque con resultados absolutamente desproporcionados.

 

El arte es un compañero esencial para nuestras preguntas. Y sigue habiendo un espacio para un arte que ha de ser medido en función de sí mismo, y no puede ser parte de prácticas políticas predefinidas, o abstracción teórica previa. Un arte que se mueve entre su calidad material y la propia experiencia del artista. ¿Podría establecer el arte una relación dialógica entre arte y vida, entre arte y teoría que sería el espacio ideal para sus practicas, para pensar en cuestiones importantes desde las intimidades de la experiencia? Nos enfrentamos con el problema de desatar las representaciones - las de la modernidad, de la pos-modernidad, y del pos-colonialismo - que siempre han hecho causa común con el capitalismo, y nos queda la tarea critica de deconstruir las maneras en que nos representamos. Nos queda un largo camino en tiempos seductoramente complejos y intrigantes.

 

kevin Power