[+pagetitle]]

Noticias

El Museo del Prado en el MAS

“El arte que conecta”, el Museo del Prado y Telefónica acercan las colecciones del Prado a toda la geografía española Este proyecto…

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

Presentación libro "MAScolecciones2021. Catálogo sistemático"

Viernes 24 de noviembre de 2023

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

Día Internacional de los Museos 2023

Jueves, 18 de mayo

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

Presentación libro "MAScolecciones2021. estudios y Reflexiones"

Viernes 19 de mayo a las 19.00h

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

Fernanado Zamanillo, socio de honor de "amigosMAS"

La Asociación amigosMAS ha decidido nombrar como primer Socio de Honor a Fernando Zamanillo. Será el próximo viernes 25 de noviembre…

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

Proyecto Museológico y Museográfico

Documento de trabajo del MAS que desde mediados de los noventa del siglo XX se desarrolla y actualiza de acuerdo a los nuevos contextos.

Ver detalles


[+pagetitle]]

Noticias

El MAS restaura toda su colección de estampas de Goya

Las 97 estampas propiedad del MAS, pertenecientes a 4 series diferentes, han sido restauradas en los últimos meses.

Ver detalles


Volver Ver todas las actividades

Jorge Fernández

JORGE FERNÁNDEZ BOLADO

(Santander, 1950)

 

Fotógrafo.Estudia en la Escuela de Medios Audiovisuales de Barcelona. En los años 1970 viaja por Francia, Inglaterra, Portugal, Marruecos, India y Perú, trabajando en filmaciones y fotos para publicaciones gráficas. Afincado en Santander desde la década de 1980, se dedica profesionalmente a la fotografía científica, publicitaria e industrial, así como a la ilustración y el retrato. Ha realizado diversas exposiciones de su trabajo y ha publicado imágenes en publicaciones como Interviú, El País, El Norte, Ajoblanco.

 

"Estaba sobre la hierba"

Manchas verticales y diagonales de color: azules, verdes, negro y blanco, que chorrean pintura, pigmento, luz. Enmarcadas por una línea gris definen el cuadro, la pintura.

Planos de colores que se superponen, se ocultan y desvelan unos a otros creando un espacio, una representación, un paisaje según el título enuncia: Estaba sobre la hierba.

(Enrejado de plantas en el jardín del edén, que tapan y ocultan a los viejos mientras observan el baño de Susana).

Estaba sobre la hierba es un paisaje sereno, equilibrado y gozoso, que la mirada del espectador, como antes la del pintor, construye, imagina y crea deslumbrado ante su presencia. Estamos ante un lienzo de 180 por 246 centímetros del pintor Esteban de la Foz, pintado en 1982.

(Se pinta con dibujo y color, pero también con el corazón, con la cabeza, con diseño; unas veces a mano otras con pistola, de pie, sentado, en la penumbra o a pleno sol. Se intenta descifrar un enigma, habitar una soledad.)

Veo, veo, una cosita. ¿Con que letrita?

(Pausa)

Quiero que miren el cuadro con detenimiento, para que puedan escuchar los colores y sentir la composición, ver el aire que mueve la hierba, imaginar las formas del cuerpo. (Espejo) para poder vernos, para conocer, para evitar la medusa paralizante. Penetrar en el cuadro, soñar, recordar y avanzar hacia esa mancha blanca del fondo, mano de nieve que nos espera a todos. Tranquilamente y en silencio pensar con todos los sentidos, no hacer nada, contemplar, cerrar los ojos y desaparecer.

Al pintar (un paisaje), el pintor se pinta a si mismo, dialoga con él, y se incorpora al mundo real, al mundo de las formas, energía y materia fluyendo sin cesar.

Toda una vida en un cuadro, toda la vida pintando, nada más: espejismos sobre las olas del mar.

 

(Vano intento de explicar la representación, sobre todo cuando el artista ha evitado la representación. Estamos solos ante el cuadro, pero imaginemos, alucinemos un rato más y construyamos el relato como si fuera sueño, cortando y pegando fragmentos, realidades, citas).

Sobre la hierba circular estaba… desayunando (después del baño), allí vemos una puerta enmarcada por manchas negras y guardada por un genio que se transforma en una diagonal gris –nuestra puerta–, la luz es un poco más intensa en aquellas regiones suspendidas. Avanzamos hacia nuestro interior, hacia el misterio, hacia el silencio (ánimo). Del negro surge el color, mientras que el blanco los encierra a todos deslumbrando, cual vacío. (Detrás está la trama, cuadrícula que sostiene el pigmento, forma tensada por el marco que genera otra forma, transformada por el pintor antes y por nosotros ahora).

Nos cuenta Pablo Palazuelo en Escritos. Conversaciones, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Murcia 1998: «La imaginación, los sueños del hombre y los enigmáticos lenguajes con los que se expresa revelan lo desconocido, cuando se revela, altera, brusca o sutilmente, todas las relaciones supuestamente establecidas. El ojo como órgano de la vista es parte de la actividad total del alma; mira, pero su intención profunda, su finalidad es ver lo que no se puede ver con la mirada. Mirar debe convertirse en contemplar para poder llegar a la Visión que es conocimiento. El conocimiento que siempre será incompleto dependerá, pues, del modo de percibir, del modo de ver pensativamente: la percepción, su actividad y su libertad deben ser mantenidas fuera de la influencia del pensamiento y de las emociones, los cuales –en su íntima conexión o por separado– pueden afectar negativamente a la acción de los sentidos».

Esteban de la Foz nace en Santander en 1928. Del mismo pintor el Museo de Bellas Artes posee un cuadro titulado Díptico signado de 1979, que inaugura su  nueva etapa de pintor no-figurativo que está situado a mi izquierda y lo podemos ver, el color toma forma (a la manera del expresionismo abstracto americano) de una manera contundente, está vivo y palpita sentido.

En el catálogo, cuando se presenta dicho cuadro, en la exposición de diciembre de 1979 en este Museo, Esteban de la Foz escribe: deseando la realidad pictórica como se desea al otro sexo, que las fuentes son comunes.

Y un poco más adelante: Este quiebro en lo lineal supone ya un lenguaje-proceso cuyo objeto es el sujeto mismo, que hunde sus raíces en la compleja relación existente entre la conciencia y la liberalización hasta donde sea posible del inconsciente, no obstante a partir de un acto volitivo.

(Pausa).

No se qué les estoy contando, si mi oficio es fotografiar, mirar, registrar una mirada con la cámara fotográfica; impresión de luz, encuadre, enfoque, movimiento congelado.  Algo muy rápido en la ejecución, tan alejado de la pintura, tan reflexiva y lenta, lleva tiempo y dedicación. La fotografía, que corta la realidad representada ante nuestros ojos también lleva tiempo, cuesta aprender a manejar la cámara, que no se note el artificio, que el corte sea limpio, que lo que no se ve (el fuera de campo) esté representado en lo que se ve (imagen). Construir representaciones que nos permitan habitar/soportar la realidad.

(Silencio).

Les voy a contar unas leyendas sobre pintores chinos que relata François Cheng en su libro Vacío y Plenitud, Ediciones Siruela, 1993. Comienza el cuento chino:

En China, de todas las artes, el lugar supremo lo ocupa la pintura.

El emperador Xuanzong (s. VII) sintió nostalgia por el paisaje del Valle del río Jialing. Mandó a la región a Li Sixum (el gran paisajista de tendencia realista) y a Wu Daozi; al regreso, debían reproducir sus escenarios en las paredes de su palacio Datong. Li regresó cargado de documentos y de bosquejos, y demoró varios meses en hacer el cuadro. Wu regresó con las manos vacías. Respondió al extrañado emperador: «todo está aquí, en mi corazón». Empezó a trabajar y ejecutó, en pocos días, una obra maestra. Cuenta la leyenda que Wu Daozi desapareció en la bruma de un paisaje que acababa de pintar.

(Sigamos con otro cuento).

Han Gan, el célebre pintor de caballos de los Tang, recibió una noche la visita de un hombre vestido de rojo, que le dijo: «Vengo de parte de las ánimas. Se le ruega pintar un excelente corcel que ellas van a necesitar». Han Gan obedeció. Hizo el bosquejo de un caballo fantástico a partir del cual pintó el cuadro en una gran hoja de papel, la quemó y entregó las cenizas al mensajero. Éste desapareció. Algunos años después Han se encontró con un amigo veterinario, y éste le contó que estaba atendiendo a un caballo que llamaba la atención por su extrañeza. Cuando Han vio el caballo, exclamó: «¡Pero si es el que pinté!». Un momento después el caballo, como presa de un repentino malestar, se desplomó. El veterinario descubrió entonces que tenía una malformación en una de las patas. Turbado, Han regresó a su casa. Sacó el antiguo bosquejo y, estupefacto, comprobó que, en efecto, en la pata derecha del caballo, el pincel se había desviado.

(Y seguimos el relato).

Cuenta el hijo del pintor Guo Xi (s. X): «Cuando iba a pintar, solía sentarse cerca de una ventana iluminada. Ponía la mesa en orden, quemaba incienso y colocaba cuidadosamente ante él la tinta y los pinceles. Se lavaba luego las manos, como para recibir a un distinguido huésped. Permanecía silencioso largo rato, con el fin de calmar su ánimo y concentrar sus pensamientos. Sólo cuando poseía la visión exacta comenzaba a pintar. Mencionaba a menudo el pavor que le tenía a sentarse ante su obra con el ánimo distraído.

(Se acabó la cita, y volvemos a Estaba sobre la hierba)

Nos tenemos que despedir, su imagen que permanece en nuestros ojos, hace que el ánimo quede suspendido por la contemplación, nos gustaría tocarla, hacerla nuestra, morir en ella. Ahora, que la luz se va y el sol cae).

La obra de arte nos da sentido, dándosele nosotros a ella. El diálogo con ella nos humaniza haciéndonos ser libres, por lo menos tan libres como el autor al ejecutarla.

Buenas tardes noches, gracias al Museo de Bellas Artes por invitarme al programa Alucinaciones, gracias a todos ustedes por venir.

Estaba sobre la hierba, manchas de color sobre lienzo blanco, pintura–pintura que se llamó entonces cansados los críticos de tanta vanguardia. Adiós, gracias.