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El Museo del Prado en el MAS

“El arte que conecta”, el Museo del Prado y Telefónica acercan las colecciones del Prado a toda la geografía española Este proyecto…

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Presentación libro "MAScolecciones2021. Catálogo sistemático"

Viernes 24 de noviembre de 2023

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Día Internacional de los Museos 2023

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Fernanado Zamanillo, socio de honor de "amigosMAS"

La Asociación amigosMAS ha decidido nombrar como primer Socio de Honor a Fernando Zamanillo. Será el próximo viernes 25 de noviembre…

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Proyecto Museológico y Museográfico

Documento de trabajo del MAS que desde mediados de los noventa del siglo XX se desarrolla y actualiza de acuerdo a los nuevos contextos.

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El MAS restaura toda su colección de estampas de Goya

Las 97 estampas propiedad del MAS, pertenecientes a 4 series diferentes, han sido restauradas en los últimos meses.

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Jesús Cabezón

JESÚS CABEZÓN ALONSO

(Palencia, 1946).

 

Político y poeta. Ha sido vicepresidente primero del Parlamento regional de Cantabria, eurodiputado, concejal del ayuntamiento de Santander, candidato a la alcaldía de la ciudad, senador por Cantabria y Presidente de Caja Cantabria, siempre por el PSOE. Como poeta ha publicado, entre otros, los libros Morir de lejos (1990), Desde otras sombras (1995), Palabras inciertas del pasado (1998), Desde mi particular paraíso (2003). Está incluido en diversas antologías regionales.

 

Camarón y Chispa su mujer

 

Por el agua va la luna

con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,

Dando gritos, los gitanos”.

(Federico García Lorca)

 

“Sin motivo y sin razón

le hice llorar un día.

Perdóname mare mía,

que ahora comprendo yo

lo que conmigo sufrías”

(Antonio Sánchez –fandangos-)

 

“Entre la tierra y el cielo

no hay mujeres con más sal

que las gitanas del Puerto

de Cai hasta Gibraltar”

(Fernando Villalón)

 

“Quiero el amante

que gime de felicidad

y desprecio al hipócrita

que reza una plegaria”

(Omar Kheyam –poeta persa del siglo XI-)

 

 

Estas son alguna de las letras que podemos escuchar en los discos grabados por José Monge Cruz, “Camarón”.

He leído bastantes de las letras que cantaba Camarón en una antología publicada por la editorial Opera Prima en el año 2002.

Son textos muy atractivos que conviene disfrutar con una lectura pausada. Pero son letras que se entienden plenamente, cuando salen de la voz que existió detrás de esos poemas y los interpretó con un estilo personal y único.

Camarón, anárquico en su concepción de la vida y en sus comportamientos, tuvo una voz prodigiosa y, a pesar de que la castigó severamente como fumador compulsivo que era, la conservó siempre.

De aquella voz nos asustan sus tonos imposibles, los que hacían que el público se entregara en una mística compartida, pero en aquella voz también residían las formas eternas de expresión de un pueblo. Camarón es un cantaor de leyenda.

Recuerdo aquella exposición de José Lamarca en el año 2000 en el Museo Municipal de Bellas Artes aquí en Santander.

De aquellas fotos, algunas me impresionaron por su fuerte expresividad. Eran las fotografías de El Sordera, de El Negro del Puerto, de Tomatito, de José Meneses, de El Gallina, de Joselero, de El Agujeta. Eran rostros que definían una forma de ser y de enfrentarse a la vida, rostros curtidos en demasiadas tormentas, en excesivos cruces de caminos, pero también eran rostros marcados por la intensidad de unos sueños perseguidos en vano.

No eran rostros destrozados, sino rostros de orgullosa dignidad, de un talante, de una forma de ser y de vivir que se resigna a desaparecer en tiempos complejos y dificiles.

El autor que reflejó aquellas miradas, era el fotógrafo José Lamarca, nacido en Buenos Aires en 1939, aunque viviendo en España desde 1972.

Él supo plasmar una parte importante de los rostros y gestos del cante y del baile flamenco con sus retratos, portadas de discos, trabajos fotográficos.

En aquella antología de miradas expuestas en Santander en el año 2000, estaban las de Camarón.

Un Camarón de la Isla de apenas 23 años con Paco de Lucía, de 26 años, con José Meneses y Ramón de Algeciras y ésta de Camarón con Chispa, su mujer de 1976, el año en que se casaron.

De aquella sobria fotografía de José Monge con Dolores Montoya “Chispa” me llamó la atención la capacidad del fotógrafo para captar un instante en el tiempo, la expresividad, entre infantil y desafiante de Camarón, “un buen picha por ser de Cai”.

Pero también la ternura hermosa de Chispa, sus ojos de gitana de La Línea grandes y adivinados, sintiendo de cerca a su José, con el que se casó en La Línea de la Concepción teniendo 16 años y con el que tuvo 4 hijos. “Mis niños me lo dan todo; son mi vida y mi fuerza. Mis niños lo son todo para mí”. Juan Luis (1979), Rocío (1983) y José (1990). Todos nacieron en La Línea.

María José nacida en Barcelona en 1975 fue fruto de una relación anterior a su matrimonio.

Camarón luce el mismo reloj que tenía cuando grabó su primer disco en 1969 con 18 años con Paco de Lucía de 21, bajo el control de Antonio Sánchez, el padre de Paco.

 

“Gitana, gitana, te quiero.

Tu pura como la mimbre,

Yo gitano canastero”.

(Bujería de Camarón y Antonio Humanes)

 

“No puedo vivir sin mí,

No puedo vivir sin ella.

Yo soy el sol que le alumbra,

Ella para mí la estrella.

Tranquilo miro mi senda”.

 

Con Paco de Lucía mantuvo siempre una amistad llena de respeto y mutua admiración. “Nuestro trabajo -dijo Paco de Lucía- a quién primero tenía que gustar era a nosotros. Mientras otros cantaban letras de temática social, la voz desgarrada de Camarón evocaba por sí sola la desesperación de un pueblo”.

En ocasiones se ha discutido si una fotografía es capaz de captar una realidad compleja que vaya más allá del testimonio gráfico de un instante, de una circunstancia concreta.

Se puede discutir si tiene sentido el realismo en la pintura una vez descubierta la fotografía y todo el potencial de los medios audiovisuales apoyados en la informática.

Se puede debatir si el desarrollo de la fotografía en el siglo XX pone en cuestión un estilo de pintura fundamental en el siglo XIX. Puede ser una discusión interesante, pero que lleva a muy escasos resultados.

Es cierto que el pintor, enfrentado a su lienzo o al soporte elegido, dispone de espacios, tiempos, perspectivas y materiales para con ellos explicar, reflejar, crear o inventar las ideas, los sentimientos, las escenas o los esquemas que desea.

Cuando Malevich a comienzos del siglo XX expone su cuadro blanco sobre fondo blanco, ofrecía algo más que una provocación o una extravagancia. El espacio se def?nía en sí mismo como abstracción de un vacío absoluto sobre una reflexión sin matices.

Cuando Rothko desarrolla sus abstracciones con rectángulos dispuestos frontalmente, centrándose en tonos de color aplicados de forma delicada y fina, o cuando Franz Kline y Robert Motherwell se preocupan por los campos de color, asistimos no sólo a la crisis de la f?guración, sino a la búsqueda de nuevas expresiones, a la investigación de nuevas ofertas para los sentidos, el reflejo de nuevas ideas en una sociedad cambiante.

La fotografía, incluido el retrato, tiende a reflejar un instante de vida o de tiempo; la dimensión de un espacio o de un objeto en un momento o en una dimensión concreta y no es posible sumar otras circunstancias del entorno, salvo las sugerencias creativas del autor de la fotografía.

La fotografía nace para inmortalizar miradas, momentos, tratando de aproximarse al impresionismo en el contraste de luces y sombras.

Cuando la fotografía se define como una nueva expresión artística a f?nales del siglo XIX, es porque se supera el mero testimonio del objeto para aspirar el logro de una emoción estética. Se avanza en la idea de que la fotografía no sólo copia, sino que interpreta porque la mirada es capaz de inventar o recrear la realidad que percibe.

La fotografía comienza a ser arte, cuando supera su cometido documental e informativo.

En 1907, el fotógrafo español Antonio G. Escobar decía: “El arte en la fotografía es la reproducción de asuntos compuestos artísticamente, concebidos por la inspiración del fotógrafo, creados por él y obtenidos por placa sensible tratada con la técnica necesaria”.

Cuando la fotografía se extiende y se comercializa estando al alcance de todo el mundo, los artistas comienzan a experimentar con nuevas ideas y nuevas propuestas y se puede hablar de fotomontaje, de fotocollage, de la fotografia especializada, de la fotografía testimonio, del fotodocumento, de la fotografía realista o de la foto artística. ¿Qué tienen en común las fotografías de Lekuona, Chema Madoz, García Alix o Helmut Newton?

En todos los casos, con diferentes técnicas y estilos, reproducen realidades compuestas artísticamente.

Camarón el hijo de Juana la Canastera y de Luis el fragüero, nació en 1950 en San Fernando, antes Isla de León (Cádiz) y apenas sí asistió unos meses a la Escuela Pública. Tuvo que insistir para caligraf?ar su nombre y responder a quienes le pedían un autógrafo. Vio de cerca la pobreza; la vio en su casa, cuando se quedó huérfano y fue testigo de cómo su madre tenía que trabajar duro y muchas horas para dar de comer a sus 8 hijos. Camarón era el segundo. De que le llamaran “Camarón” tuvo la culpa su tío Joseico y que su pelo fuera rubio.

En la Taberna Gitana de Málaga conoció a Tomatito que le acompañó con su guitarra los últimos 18 años de la vida de Camarón. Tomatito hablaba así de Camarón: “En nuestra raza es nuestro rey. Ese carisma, esa forma de cantar que ya no habla más..., esa voz tan bonita, esa humildad. Nació genio y él fue genio. Él marcó una forma de vestir, de peinar, de dejarse la barba, de hablar, de estar callao, de estar sentao. Creó un personaje que es muy difícil de romper”.

Cuando tenía muy pocos años se buscaba la vida cantando o haciendo palmas en las Ventas y en las Peñas flamencas de la zona de San Fernando. Con 12 años ganó el Primer Premio de Cante en el Festival de Montilla.

Llegó a conocer muy bien la poesía intimista y gitana y se sintió muy identificado con el primitivismo de las letras y la música de Joaquín el Canastero.

Los gitanos tratantes de ganado son poseedores de la riqueza de la palabra y por ello forman parte de la aristocracia gitana junto a los trabajadores de la fragua, que son los que transmiten su sabiduría a quienes saben escuchar.

La fragua forma parte de los sonidos del flamenco.

 

“Cuando los niños en la escuela

Estudiaban ‘pa’l’ mañana,

Mi niñez era la fragua,

Yunque, clavo y alcayata.”

(Bulería de Camarón y Antonio Humanes)

 

José Monge, “Camarón”, fue un gitano ilustrado por las letras que llevó a sus discos y conciertos, tuvo un atractivo mágico para quienes estuvieron cerca de él y se convirtió en un dios de referencia para su pueblo que se sintió atraído y fascinado por su vida y la fuerza de su garganta, una “garganta de seda” en palabras de Ricardo Pachón.

Cuando comenzó en la Venta Vargas, donde iba de chico, cantó para Gitanillo de Triana y Manolo Caracol. Allí le escuchó también el gran Antonio Mairena.

Cuando yo canto –dijo en una ocasión Antonio Mairena­ no abro los ojos, porque para cantar tengo que soñar, tengo que no ver y cuando despierto del letargo si lo he hecho bien, mi espíritu es como si hubiera estado en un lejano cautiverio. Después quedo libre de mi cautiverio, al haber dado rienda suelta a mis íntimas satisfacciones”.

Camarón apodado el Príncipe de la Isla, el Mick Jagger gaditano, aprendió de sus antepasados, de los Monge y los Cruz, de los cantes de los Cagancho y de aquellos poetas y músicos que formaban parte de su entorno: La Perla, El Chaqueta, Juan Talega o Joaquín el Canastero.

Se hizo profesional a los 16 años en las compañías de Miguel de los Reyes y Dolores Abril.

Grabó su primer disco a los 18 años acompañado de Paco de Lucía y en él abandonó su dominio de los maestros del flamenco y de los estilos más primitivos para encontrarse con un público más amplio, pero no abandonó su voz gitanísima, lastimera, brillante y desamparada.

En aquellos años trabajaba en los tablaos de Madrid más famosos, como Torres Bermejas. Quizás también lo hizo en Gitanillos.

 

“Sufro por los ojos negros

de una gitana morena,

sólo con verlos me alegro

y se me quitan las penas

que en este mundo yo tengo”.

 

El abandono de los estilos más primitivos para buscar al mayor público posible, lo han hecho otros flamencos, cantaores y cantaoras, quizá porque el flamenco más puro siempre será para minorías capaces de distinguir un palo de otro y encontrar el significado de cada uno de ellos.

Alguien ha hablado de cante camaronero por la personalidad que imprimía a los fandangos, tangos, rumbas, bulerías, tientos y tarantos.

La seguiriya y la solea son la prueba grande del flamenco. Camarón hacía esos cantes porque era un cantaor largo.

Camarón tenía la voz áspera y rota, ideal para los sonidos del flamenco que nacen de la rabia, del grito, del llanto o de la queja.

Sabía que el cante auténtico va directo al sentimiento y poseía el duende necesario para paralizar el tiempo y saber pasar del gozo de un momento a la pena de otro.

En 1992, grabando un videoclip en Sevilla con motivo de la Exposición Universal, tuvo un fuerte dolor en el costado. En la clínica Quirón de Barcelona le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Se traslada a la Clínica Mayo en Estados Unidos, para solicitar una segunda opinión, y allí le confirman el diagnóstico.

El 25 de enero de ese 1992 cantaba por última vez en el Colegio Mayor San Juan Evangelista en Madrid dentro del III Festival Flamenco por Tarantos.

No tenía más remedio que estar aquí; que este público tan joven que me acogió con tanto calor y tanto respeto se lo merece. Hay que cuidarlo, en ellos está el futuro. Pero yo ya estoy cansado. El tiempo no pasa en balde”.

El 2 de julio de 1992 fallecía en Barcelona. Tenía entonces 41 años.

El 4 de julio, todo San Fernando se echaba a la calle para rendir el último homenaje y llorar a aquel potro de rabia y miel que consideraba suyo porque era Camarón de la Isla. La Isla blanca se vistió de negro para recibir los restos de Camarón, tituló El País ese día.

La fotografía detiene unos instantes de la vida Camarón y Chispa en un momento concreto.

Dice Antonio Muñoz Molina que “eso es lo que da a la fotografía un grado de verdad que no puede alcanzar ninguna otra forma de expresión. La fotografía no generaliza nunca”.

Camarón y Chispa no son imaginación; son una realidad vital; un hombre y una mujer que desde la fugacidad de un instante quedaron ahí para que nadie pudiera inventar cómo fueron Camarón y Chispa, su mujer, en 1976.

A José le gustaba venir por La Línea, venía mucho por La Línea, y una de las veces que vino yo ya era una mujercita. Venía con Rancapino. Y nos hicimos novios. En un año y medio nos casamos”.

Yo fuí -contaba Manuel Monje- el que le pidió la mano de La Chispa a su padre para mi hermano. Y me la dio. Pero al principio todo eran dudas: ‘Parece mentira, con las mujeres que ha conocido Camarón, que haya puesto sus ojos en mi niña’. Y yo le dije: ‘Pues se ha enamorado de ella con toda la voluntad del mundo; si se la quieres dar, se la das y si no…’. Y ella me dijo que era mu chiquitita todavía, tenía catorce años: ‘¿Qué te ha dicho mi padre? ¿Qué te ha dicho?’. ¡Yo qué sé! ‘Pues yo me voy con él de todas formas’. Total, que hubo casamiento”.

Fueron padrinos de la boda Manuel Monje, el hermano mayor de José, y la inmensa bailaora Manuela Carrasco. En el balance de los actos, celebrados en una enorme nave industrial, hubo cuatro días ininterrumpidos de f?esta, con miles de invitados.

Para mí José lo es todo; me ha ensenñado lo que sé de la vida. Me cogió con catorce años y a los dieciséis me casé con él, porque mi padre no me dejaba que le acompañase en las giras. Para nosotros es siempre como el primer día; somos como dos novios. Yo, si volviera a nacer, me casaría otra vez con él”.

Manuel Molina rememora un enfurruñamiento del matrimonio. “Me acuerdo de que un día se peleó José con La Chispa. Era en la feria de La Línea, y se tomó cuatro o cinco copas de más. A las cuatro o a las cinco de la manñana se fue a la puerta de La Chispa y le estuvo cantando por seguiriyas como yo jamás he escuchao a nadie cantar por seguiriyas”.