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Fernanado Zamanillo, socio de honor de "amigosMAS"

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El MAS restaura toda su colección de estampas de Goya

Las 97 estampas propiedad del MAS, pertenecientes a 4 series diferentes, han sido restauradas en los últimos meses.

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Ángel Pelayo

ÁNGEL PELAYO GONZÁLEZ-TORRE

(Santander, 1965)

 

Doctor en Derecho por la Universidad de Cantabria y profesor titular de Filosofía del Derecho en dicha universidad. Vicerrector de coordinación de centros docentes y del campus de Las Llamas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander. Especialista en el tema del consentimiento, la democracia y  la obligación política (al que dedicó su tesis doctoral publicada en 1994). Es además autor de diversas monografías en las que estudia aspectos de la obra de Foucault, Sade o Pasolini..., puesto en relación con la filosofía del derecho. 

 

La muerte del Camborio

 

Alucinaciones.

Una alucinación.

Breve como lo poco que se recuerda de un sueño.

Entrecortada, interrumpida. Fantasmal.

Personal.

Sin sentido. Extraviada. Sin pretensión de sentido. O con un sentido sin pretensiones.

Con un sentido simbólico, intuitivo, emotivo. Onírico.

Pretendiendo, más que decir la verdad, transmitir una sensación, una sugestión.

 

Alucinación.

El cuadro mismo, en su descomposición de líneas y de colores, tiene ya algo de alucinatorio.

 

Aunque el guión de este cuadro ya está escrito: Años treinta, Quirós conoce a Lorca. Playas y barracas. Intimidad. Proximidades del espíritu. Metafísica para jóvenes. Surrealismo.

¡Surrealismo¡, ¡surrealismo!  -con bigotes-.

Tríptico lorquiano de Quirós. 1935. El perro ladrando a la luna, La muerte del Camborio, El chivo emisario del mal. Tríptico trágico y premonitorio.

 

La muerte del Camborio. “Hay Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz, acuérdate de la Virgen, porque te vas a morir”. 

 

¿ Por qué elegir este cuadro ? Porque cuenta una historia. Por la historia que cuenta. Porque  el protagonista de esa historia es un hombre, un hombre moreno. Porque era hermoso y porque tiene un fin trágico.

 

“Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla, a ver los toros.

Moreno de verde luna, anda despacio y garboso, sus empavonados bucles le brillan entre los ojos.”

Moreno de verde luna,

voz de clavel varonil,

Antonio Torres Heredia, digno de una emperatriz.

 

Era un gitano guapo. ¿Puede haber un gitano guapo? No, no puede haber un gitano guapo.

 

“Buscaba su cuerpo hermoso y encontró su sangre abierta”.

 

Tenía que acabar mal. No puede haber un gitano guapo.

 

“Moreno de verde luna, voz de clavel varonil, ¿ Quien te ha quitado la vida, cerca del Guadalquivir ? Mis cuatro primos Heredias, hijos de Benamejí, lo que en otros no envidiaban ya lo envidiaban en mí.

Zapatos color corinto, medallones de marfil y este cutis amasado con aceituna y jazmín”.

 

¡Ay Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz¡.

-         Si  que era guapo, sí.

-         Que no.

-         Que sí.

-          Ni pa ti ni pa mi.

 

Muerto.

 

Cerca del Guadalquivir.

¿Y el río Guadalquivir? ¿Donde está el río?  En este cuadro no hay río. Hay piedra, cortada, abrupta, fría, afilada, lapidaria. Cortada a pico, a cuchilladas. En blanco y negro.

No hay río. Sólo hay frío. Frío, frío, como el agua del río. Pero del río ya sólo queda el frío. Un muerto frío.

 

“Campo, campo, campo, entre los olivos los cortijos blancos”. No hay cortijos blancos aquí. Y los olivos están deshojados. Deshojados e invertidos. Sí. “Que la pena brota en la tierra de aceitunas bajo el rumor de las hojas”.

“Arbolé, arbolé, seco y verde”.

 

¡Qué paisaje¡, paisaje asesino.  Qué paisaje asesino. Asesino, por sus formas asesino. Clavadas tiene el Camborio todas las esquirlas de las piedras, todos los estratos afilados de la tierra, todas las espuelas estrelladas de los cielos.

 

“ El monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias”.

Y dice Antonio: “ Ya mi talle lo han quebrado como caña de maíz”.  “No veis la herida que tengo, desde el pecho a la garganta”.

“La sangre, rezuma y hede alrededor de su faja”.

 

 Que está muerto.

 El blanco y negro de la piedra y el verde del campo, pálidos, trémulos, fantasmales, le amortajan.

 

¿ Y el color ? El color. Verde. “Verde que te quiero verde”, como quiere la muerte a Antonio. ¡Cómo le quiere¡, y ya es suyo, y se lo lleva para siempre. Sólo triunfa la muerte enamorada. Con forma de tierra verde. Siempre triunfa la muerte enamorada. Como envidio a la muerte, que siempre gana.

 

El fondo de la tierra te reclama.

Antonio se ha tumbado sobre la tierra verde y se lo va a tragar. Todo es un remolino de cielo, tierra y roca, y se lo va a tragar. Primero lo va a cubrir, y luego se lo va a tragar. Se lo va a tragar porque le quiere. Porque le quiere para ella, todo, sólo, sólo para ella. Verde. Lo va a sorber,  le va a sorber los huesos, los músculos, la piel, los ojos, le va a sorber  hasta los sesos. Todo. Antonio va a ser todo suyo, como no lo ha sido nunca de nadie, y para siempre. Así lo quisiera yo pa mi. Se lo va a comer, esa tierra y ese paisaje se lo van a comer, y de él no van a dejar nada.

 

Acuérdate de la virgen porque te vas a morir.

 

El fondo abrupto de la sierra, siniestro y amenaza. Inhóspito. Paisaje en sombra, blanco y negro, negro el tricornio de pesada presencia, que llama al cuadro la mirada. Tricornio más que de charol, metálico, de puro metal. De cortantes y afilados brillos.

Se confunde el tricornio como parte del paisaje natural, como algo que siempre estará allí, inevitable. Cómo es de siniestro el metálico y  fatal tricornio.

 

“En los picos de la sierra los carabineros velan.”

“Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras.”

 

“Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de camborios, vuelve, sin vara de mimbre, entre los cinco tricornios”.

 

Los planos cortantes, cortados del cuadro, pintado a cuchilladas. Cuchilladas.

“En la lucha daba saltos, jalonados de delfín, bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Tres golpes de sangre tuvo y se  murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir”.

 

Perfiles cortantes, afilados paisajes, afilados. Remolinos de tijeras. 

Con Antonio sangra el costado oscuro de Sierra Morena.

 

Esta historia es la historia de la España de entonces, la más triste de todas las historias, porque acaba mal, muy mal.

Ha ocurrido algo muy malo, definitivo…  definitivo.

Porque te has muerto, porque te has muerto para siempre, como todos los muertos de la tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montón de huesos apagados.

 

Estos pasan que no vuelven. Todas las horas hieren, esta última, que está aquí, te mata. Se acabó.

 

Ojalá te fuera la tierra leve. ¿Será leve la tierra verde? No sé.

 

Pero oye, ya basta de pena, que hoy somos gitanos. Mira, en este cuadro no hay luna. Tú, niño,  mira, dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Antonio sobre la arena.